En un estudio aparecido como prólogo a la edición del Espejo de Paciencia, publicado por la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación en 1942 (Cuadernos de Cultura, 5ta. Serie, 4.), Felipe Pichardo Moya señala el testimonio de la época que refleja la citada obra donde hace una valaroción histórica y social de la misma:
“El poema de Balboa es el poema insular -¿nacional?- de este momento. Está en él toda la preocupación cubana de entonces: los rescates, los ataques de los corsarios, la fidelidad al trono lejano”. Y continúa: “No olvidemos que desde 1550 la Isla está viviendo aún durante un siglo y medio, en constante temor al enemigo, corsario pirate o bucanero, y que sólo en los años 1665 y 1666, doscientas haciendas cubanas fueron saqueadas” [1].
El reflejo de la vida colonial cubana (finales del siglo XVI y principios del XVII) está presente en el poma narrativo o crónicas versadas que es el Espejo, al estilo de las antiguas gestas españolas. Si bien no está formada aún la nacionalidad cubana, que brotará en el siglo XIX, se nota la germinación de algunos de los elementos que le irán dando cuerpo.
El espíritu popular del poema y el tema cubano hacen que la sociedad colonial se presente dentro del marco histórico de un suceso ocurrido en 1604, para dar una visión de la época por medio de una serie de personajes fundamentales.
Y como señala Pichardo en el Apéndice de la obra en cuestión: “Blanco europeo, negro africano, indio aborigen, que mezclaron mármol y ébano y bronce bajo nuestro sol propicio a tantas sombras. Todo el pueblo cubano de época se mueve dentro del marco culto del poema”.
Ya el uso del término criollo, que se utiliza tres veces en el poema, implica una condición isleña o continental eminentemente americana, que establece una diferencia entre el nacido de este lado y el peninsular. La definición no es una casualidad lingüística, como tampoco lo es que se aplique exclusivamente a Miguel Baptista, “criollo de Bayamo” (v. 671), y a los negros, “un negrito criollo despacharon” (v. 715), y “¡Oh, Salvador criollo, negro honrado!” (v.961).
Muchos hombres llegados de ultramar, ya en una fase posterior a los viajes de exploración colombinos, y que, a diferencia de los primeros que vinieron a conquistar el comercio y terminaron conquistando o exterminando las razas y su cultura, se dedicaron a labrar la tierra (no todos regresaban ricos al agotarse el oro) y encontraron en ellla una forma de sustento y un lugar donde vivir en paz sus últimos años, un lugar donde tener descendientes y ser enterrados según las exigencias cristianas.
Estos colonos, fieles a tradición monárquica, que se veían sujetos a las mismas leyes jurídicas de la península, leyes ajenes a una realidad distinta, la que ellos vivían con el Atlántico de por medio, pronto se vieron impedidos por la necesidad inmediata de estlablecer sus normas de vida y de comercio, y a mantener una conducta que en la mayoría de los casos se salía de los parámetros legales establecidos por la Corona.
La diferenciación de intereses, la necesidad de escapar a un comercio monopolista, la creación de familias en el nuevo suelo, fueron sumando imperativos económicos y sociales que desembocarían, siglos después, en un separatismo limitado, y con posterioridad, en un sentimiento patrio de soberanía al tenerse conciencia de la nacionalidad propia.
En el Espejo los colonos, los indios, los esclavos, los escleciásticos, están todavía en esa fase embrionaria de lo que sería la sociedad futura, que caracteriza la época que testimonia Balboa.
Dentro de esta pintura social, que permite la descripción de los personajes en las octavas reales que nos recuerdan los cantos homéricos, cabe destacar, junto al hecho social en sí, el tratamiento que Silvestre de Balboa le da a los personajes, y que refleja, de una manera o de otra (en algunos casos significativamente), no sólo la posición social de cada uno de ellos, sino la del autor.
El tratamiento dado al ilustrísimo señor Don Fray Juan de las Cabezas Altamirano, obispo de la isla de Cuba, responde a las exigencias de la época. No debemos olvidar que la Edad Media cubana comenzó con la colonización. Junto a la espada vino la cruz, y ésta siempre fue signo de obediencia espiritual y moral.
No es de extrañar que Balboa lo considere “tan justo, tan benévolo y tan quisto, que debe ser sucesor de Cristo” (v. 7 y 8), “sucesor del Nazareno”, repite (v.1085), y en diferentes partes del poema se manifiesta con los mejores y más dulces epítetos para el secuestrado representante de la Iglesia.
Aunque esto sucede en casi toda la obra, es destacable el hecho de que, no obstante, el obispo no es protagonista princiapal. El poema está estructurado sobre un hecho a él ocurrido, pero del que se desprenden otras acciones quizás más importantes. Al final es Gregorio Ramos, notable guerrero, Cid antillano (trocados los moros por piratas), el que acapara el triuno sobre los erejes franceses.
El obispo Altamirano tiene una posición pasiva, de víctima, dentro del poema. Gregorio Ramos, “valeroso antillano”, (v. 583), capitán de la villa de Bayamo asume la parte activa, compartiendo con el obispo el triunfo final. Se destruye con el hecho la moral cristiana y la dignidad militar, ultrajadas por el extranjero, en el castigo ejemplarizante del pirata Girón.
Lo que importa no es el delito cometido, sino contra quien se comete. Vale la pena señalar que Balboa se olvida del pobre canónigo Puebla en el verso 781, y lo deja abandonado sobre la arena de la playa, para no mencionarlo más. Más que descuido, es que el obispo irradia demasiada luz y no deja ver a otros personajes secundarios. Hay que destacar lo destacable, y la cruz también tiene sus tamaños y niveles.
Sin embargo, tal y como señala Pichardo Moya “el triunfo de los bayamese es el triunfo del pueblo” (p. 241). A pesar de que se concentran las labanzas en dos personajes undamentales, el obispo y Ramos, hay en el poema un aire de espíritu colectivo que se manifientan desde las descripciones de los participantes en la batida hasta el jubiloso final. Es significativo el hecho de que todos los miembros de la comitiva contra el pirata tiene una participación activa en el poema. Hay una distribución de la acción. El triunfo es del grupo, del pueblo.
Si bien Cintio Vitier señala que:
“Este aspecto del Espejo –el fenómeno cultural que significan las divinidades clásicas de los bosques ofreciendo al Obispo de aquellas hicoteas de Masabo/ que no las tengo y siempre la alabo (con ripio y todo), o bien con muchas cortesías/ muchas iguanas, patos y jutías-, me parece más importante que el cuadro histórico y social que se desprende del poema, sin negar su significación (p. 43-44)”.
Es cierto que este aspecto,en que se unen sátiros, faunos, silvanos y hermosas hamadridades (influencia mitológica), junto a guanábanas, caimitos y aguacates (influencia cubana), tiene importancia por cuanto, según el propio Vitier, “comienza aquí además el tema de los frutos y animales de la tierra, el tema que será tratado hasta el cansancio, de la cornucopia frutal y los árboles cubanos…” Tampoco debemos dejar -sin caer en un socilogismo vulgar- que la significación del cuadro histórico y social que ofrece el poema es de un valor extraordinario como expresión testimonial.
Me parece que no es cuestión de señalar qué es o no es más importante. Sin duda que la aparición de la flora y auna cubana en poesías de este tipo rompe en parte con modelos europeos tradicionales, y da al poema una participación muy nuestra y original; pero no es menos cierto, que por encima del aspecto formal, del uso de la flora y la fauna como elementos autóctonos, está el hombre, el hombre en sociedad, y que la naturaleza adquiere valor precisamente por la presencia humana que en ella se releja.
Volviendo al tratamiento de los personajes, es digno señalar cómo Balboa nos representa a Girón. Ya en el argumento (canto primero) nos da una imagen hidalga del mismo: “El capitán Gilberto Girón, franses, Señor de la Ponfiera, llega…”
Más adelante nos dice que es “un capitán ilustre, grande hombre” (v. 47), y repite en los versos 105 a 108: “Entre las fuertes naves que en el puerto/ de Manzanillo enarboló bandera,/ que la del bravo capitán Gilberto,/f rancés ilustre, Señor de la Poniera”.
No debemos olvidar que muchos corsarios y piratas eran autorizados por monarcas en pugna (Francis Drake, John Hawkin, ingleses, para citar dos ejemplos) y disfrutaban en sus correspondientes cortes de títulos y honoresa ellos brindados porsu labor “benéica” en los mares del mundo. Algunos eran hasta cientíicos, como el caso de Willian Dampier, o también el de Esquemeling, holandés, el pirata cirujano [2].
O sea, un pirata podía ocultar lo mismo un investigador que un científico. Claro que la proesión de corsario implicaba también la de comerciante. Baste recordar el comercio de rescate y los bucaneros y corsarios que lo practicaban de una manera o de otra. No quiere esto decir que todos los piratas eran hombres de bien o poseedores de títulos. Había algunos que solo tenían el de matarife.
Girón tenía sus títulos y Balboa se los reconoce. Pero un corsario, por muy hidalgo, noble y comerciantes en “cueros, sedas y paños” que sea, comete una herejía cuando secuestra a un obispo para pedir rescate por él, Girón se convierte en “maldito” (v.109) y llega a tener una “voz luciferina” (v. 122), y se metamorosea en animal “cuando el lobo Gilberto de repente/ dien em la pobre manada que dormida” (v. 181-182). Después, ya en plena batalla, Balboa vuelve a restituirle al corsario Girón (adjetivo que en ningún momento le aplica) virtudes olvidadas. Y en el verso 881 Girón viene a ser “el valeroso don Gilberto” y, para no empequeñeser al enemigo, “muestra su gran valor y fortaleza,/ y como capitán sabio y experto [sic] acude a donde ve mayor flaqueza”.
En la caracterización de Girón hay que tener en cuenta las palabras de Pichardo Moya cuando dice de nuestros colonos que: “exponían sus vidas para defenderse del corsario enemigo, pero que aveces pactaban en convivencia práctica con el pirata propicio al rescate, al verse obligados por imperativos económicos…” (p. 240).
Esta situación nos descubre al poeta, Pichardo lo señala así en la página 241:
“El poeta es el súbdito del rey español; pero en la narración estamos comprendiendo que el corsario enemigo pudo ser alguna vez rescatador amigo: Se recuerda ahora su herejía, porque ha secuestrado a un obispo. Pero poco antes, refugiado en Manzanillo, era un comperador decueros de los que enriquecían a Bayamo”.
El pueblo es un personaje principal en la obra, y está representado en sus gentes. Balboa nos va dando diferentes categorías sociales que componen en grupo de valientes mílites voluntarios que van a lavar en sangre la ofensa sufrida por el Obispo (léase la Iglesia, Dios).
Ahí está el buen Gregorio Ramos, valiente capitán; Jácome Milanés; el portugués Miguel Herrera; elminero Gaspar Mejía; Juan Guerra; PedroVergara, el de los grillos, con su aguijada y dos cuchillos; Bartolomé Rodríguez, con espada y broquel; un mancebo galán nombrado Miguel Baptista, criollo; Rodrigo Martín, “indio gallardo”, y “cuatro etiopes de color de endrina”.
Hidalgos, criollos, indios y negros, el pueblo de Bayamo representado desde el capitán valiente hasta el esclavo negro, última pieza de la escala social. Después saldrán los seguidores y los frailes, y estará ausente, respondiendo a su marginación y discriminación, la mujer. Todos unidos a combatir al individuo que ha ofendido a su Ilustrísima (no al que mató de humanos, v. 161). La cruz vino en ayuda de la espada; ahora acude en ayuda de la cruz.
Resalta dentro de estas limitaciones el tratamiento que Balboa le aplica a Salvador Golomón, “negro valiente/ de los que tiene Yara en su labranza”. En primer lugar lo enrenta al enemigo principal de la contienda, al capitán Gilberto Girón, al que en desigual combate vence atravesándolo con su lanza, dando muestra con ello de valentía y arrojo…
Este hecho, que bien podría haber correspondido al oponente más destacado, a Gregorio Ramos, Balboa se lo adjudicaba a un negro esclavo. Resulta esto significativo en extremo, pues aunque puede pensarse que con ello la muerte del corsario resulta más indigna, más propia a la afrenta realizada, y que la muerte por un negro es un castigo doble (“Abdaba Don Gilberto ya cansado y ofendido de un negro con vergüenza”) es verdaderamente sorprendente la posisción relevante que ocupa el negro esclavo en el poema.
Y resulta sorprendente por el hecho de la posición social a que estava obligado el negro en Cuba, por ser el esclavismo la forma económica undamental de la Isla, y porque la discriminación del negro era tanto espiritual como material, negándosele todo tipo de oportunidades.
Balboa pide para el etiope, depués de llamarle “buen negro” (v. 949), “criollo,negro honrado”, que vuele su fama y nunca se consuma. “¡Que en alabanza de tan buen soldado/ es bien que no se casen lengua y pluma!” Y máas adelante, para que no se piense que es un saunto simple de inclinación o sentimentalismo, el mismo Balboa dice, y con ello expone su idea sobre la esclavitud,que “ningún mordaz entienda ni presuma; que es afición que tengo en lo que escribo/ a un negro esclavo, y sin razón cautivo” (v. 966-968).
¡Y sin razón cautivo! Es bueno detenerse en esta frase por cuanto Balboa está planteando una injusticia social, está exponiendo su criterio en cuanto a la esclavitud. No hay razón para mantener cautivo a un hombre. Balboa generaliza en Salvador Golomón, y se adelanta así en el pensamiento al sentimiento patrio que combatiría la esclavitud en Cuba. El valor de concepto no estriba solamente en adelantarse a futuras posiciones, sino en expresarlo en medio del sistema social que lo caracteriza. El más valiente de los personjes del Espejo de Pasiencia lo es, sin duda, Silvestre de Balboa.
Que se le dé o no la libertad a Salvador, cosa que no se resuelve en el poema, no es lomás importante. Que no se nombre en el Motete y que toda la gloria se le adjudique a Gregorio Ramos, no importa. El Motete ue leído en 1604 y Balboa lo añade a su poema. No es extraño, teniendo en cuenta que el Motete era una breve composición musical que solía leerse en las iglesias, que al autor del mismo se le haya “olvidado” el negro esclavo vencedor de Girón.
No obstante lo más importante es la posición que Balboa le da a los negros y su significación dentro del poema. Con ello, y con el final en la iglesia y la exposición de la cabeza del corsario en la plaza, termina el poeta de plasmar en su obra un cuadro fiel, una crónica lírica, de aquella época y de aquella sociedad “cubana”.
Notas:
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Mientras no se diga lo contrario todas las citas de este trabajo correspondel a Espejo de Paciencia, de Silvestre de Balboa y Troya de Quesada, con Prólogo de Cintio Vitier, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1975.
- Antonio Nuñez Jiménez, Isla de Pinos, Piratas, Colonizadores, Rebeldes. Edit. Arte y Liter. La Habana, 1976, p.219 y 237.
Nota de Acento:
Este trabajo fue tomado de la revista Bohemia, Año 71, No. 24, de junio 15 de 1979, p.10-13. Sección Arte y Literatura. |
Lejos de ser un texto para arqueólogos literarios, el Espejo conserva toda su vivacidad y su fragancia, y está lleno
de posibilidades plásticas y musicales que nuestros artistas deberían aprovechar.
Cintio Vitier Bolaños
Los mitos se expresan en el universo representacional de las sociedades. Son narraciones que explican la realidad mediante la ficción. Estas invenciones están sustentadas por la sabiduría, magia, oralidad, filosofía y religión. Por tanto, surgen como resultado de la evolución e interpretación de sucesos que forman parte de la memoria cultural e histórica de una nación. En tal contexto se distingue la identidad y sus rasgos como proceso a través del cual se alcanza madurez socio espiritual.
Espejo de Paciencia es nuestro poema emblemático. Fue escrito por Silvestre de Balboa Troya y Quesada entre 1604 y 1608 en octavas reales. La composición es portadora de influencias posrenacentistas y neoclásicas. Está divida en dos cantos de setenta y setenta y seis versos. Incluye la introducción “Al lector”, la dedicatoria dirigida al Obispo Fray Juan de las Cabezas Altamirano y seis sonetos laudatorios escritos por Pedro de las Torres Sifontes (Capitán), Cristóbal de la Coba Machicao (Alférez – regidor), Bartolomé Sánchez (Alcalde ordinario), Juan Rodríguez de Sifuentes (Regidor), Antonio Hernández (el Viejo) y Lorenzo Laso de la Vega y Cerda.
El poema ha sido valorado por José Antonio Echeverría, Carolina Poncet, José María Chacón y Calvo, Cintio Vitier Bolaños, Enrique Saínz, entre otros autores. El hallazgo del manuscrito en las páginas de Historia de la Isla y Catedral de Cuba por Pedro Agustín Morell de Santa Cruz, delata que los sucesos narrados ocurrieron en el territorio. Mediante un lenguaje retórico (usual en la época) y referentes mitológicos y alegorías pertenecientes a las culturas indígena, greco – latina.
El poeta da a conocer el escenario natural como espacio propio. Está presente la idealización de las cualidades del obispo, el río Bayamo como ser fabuloso y la confluencia de entes ficticios ubicados por el poeta en Yara, Bayamo y la playa Manzanilla. Esto demuestra que el poema contiene los fundamentos de la fábula en la que lo cotidiano es envestido por lo extraordinario.
(..) Llegan al venturoso río divino/ donde el Bayamo tiene sus florestas;/ y allí con el placer de haber llegado/ gustan contentos su licor sagrado1.
/ Sale de sus cavernas, de ovas lleno/ El venerable aspecto, entre pescados,/ El ansioso Bayamo, y el ameno/ Margen admira lleno de soldados:/ Mira el sucesor del Nazareno/ El rostro grave y ojos recatados;/ Y alegre de lo ver en su ribera,/ A hablarle comenzó de esta manera 2.
Pastor ilustre, de suelo amparo,/ A quien el Cielo estima, precia, honora,/ Cuyo cristiano pecho y valor raro/ Al mismo Dios agrada y enamora,/ Bienvenido seáis al nido caro,/ Cual vino al Arca el ave triunfadora;/ Pues en vos resplandece con llaneza/ Sinceridad, quietud, amor, nobleza 3.
Hasta en mis venas y cavernas frías/ de vuestras gracias se sintió la ausencia;/ Secáronse las fuentes más sombrías;/ Los ojos dieron al llorar licencia,/ Volviéndose en dolor las alegrías./ Mas ya, noble Pastor, vuestra presencia/ Nos muestra desterrando la tristeza,/ Sinceridad, quietud, amor, nobleza 4.
Ahora brotarán todas las flores/ Con que se matizaban mis orillas;/ Cantarán sin dolor los ruiseñores,/ Jilgueros, pentasílabos y abobillas:/ Abundarán los frutos en mejores;/ Alegraránse todas estas villas;/ Y en vos verán con santidad y alteza/ Sinceridad, quietud, amor, nobleza 5.
Como suele después de la tormenta/ Venir con alegría la bonanza,/ Y la gente de triste y descontenta/ Volver su desconsuelo en confianza;/ Así fue para todos vuestra afrenta,/ Que se volvió en contento y esperanza/ viéndoos en libertad, y en vos espresa (Sic)/ Sinceridad, quietud, amor, nobleza 6.
La metáfora (en el grado de personificación), da a conocer el río Bayamo como atributo del sitio geográfico que reconoce la sabiduría y lo temperamental como cualidades que tipifican a los pobladores. El misterio y la belleza se exponen a través de las descripciones en torno a la naturaleza enrevesada en la cual se advierte a la vez frescura y extrañamiento.
Para enfrentar el secuestro del obispo fray Juan de las Cabezas Altamirano y el canónigo Puebla se unen los forasteros de la comarca, entre los cuales se relacionan: indios y esclavos junto a los españoles y criollos asentados en la población. En todos se expresa la vehemencia frente al atropello y vileza de los forasteros. Tal exaltación revela nuestro excesivo carácter, que en la historia se muestra mediante la traslación de los mitos como ficción a la realidad.
El poeta idealiza al obispo mediante la ética cristiana. Para lograrlo expone el contraste entre el bien y el mal como sostén de nuestro perfil ideológico. Tales aportes, facilitan la denominación de “lo criollo”, que constituye una cualidad distintiva. La yuxtaposición de los componentes mitológicos posibilita la conformación primigenia de la cosmogonía insular acrecentada mediante la invención literaria. El autor representa lo nacional en un escenario natural donde se expone la espiritualidad propia. Enrique Saínz, declara:
Todavía no estamos en presencia del paisaje, es decir, de la naturaleza contemplada y sentida en su plenitud. Si hay en estos momentos una relación estrecha entre ética y naturaleza, (…) Balboa no puede entregarnos su riqueza más que a través de la enumeración y en virtud del ofrecimiento, con el que flores y frutos adquieren el carácter de dones de la abundancia y la celebración. Los frutos y las plantas olorosas, entregadas como ofrendas de regocijo a la alta dignidad del obispo ya libre, representan la abundancia y esplendor de nuestra naturaleza 7.
Así, sin una conciencia clara ni precisa, sin una intención premeditada en el autor, la naturaleza cubana entra a formar parte de nuestra poesía como un don de la abundancia, como un ornamento pintoresco y como una fuerza activa que simplemente está ahí y que se impone por su esplendor y vitalidad 8.
Los ambientes propuestos descubren una plasticidad que trasciende nuestro contexto, pues manifiesta lo americano como totalidad. La asunción de adjetivaciones y descripciones abundantes, el tono épico y la superposición de personajes, ubican al poema en una estética neo barroca que nos distingue. El castigo a los intrusos está asistido por el mito desde el punto de vista conceptual, pues la refriega bélica que ocasionó la muerte de unos y la fuga de otros, es celebrado por el pontífice y los insulares con regocijo, lo cual está en contraposición con la ética cristiana.
El discurso poético contiene cierta hilaridad que acompaña de lo sentencioso. Somos herederos de una tendencia a la musicalidad que se anuncia mediante las aconsonancias en los versos, los estribillos y el motete. Nos distingue la audacia y valentía reflejada en los guerreros. Cintio Vitier apunta:
La intemperie insular, con su fiel fonetismo indígena, irrumpe en el poema disipando de pronto dos seriedades superpuestas: la mitológica y la épico – heroica. Al no traicionar la flora y fauna de la isla, al atreverse incluso a vestir a las Hamadríades con las naguas taínas y mezclar con los albogues, tamboriles y adufes, las marugas y las tipinaguas en el festejo agreste, dando un ejemplo insólito en su época, Balboa abre ya la brecha, aunque torpemente, para un primer acercamiento a nuestra realidad natural por encima o por debajo de tantas influencias clásicas, españolas e italianas acumuladas en su formación 9.
A lo dicho vastaañadir que Espejo de Paciencia es un texto fundamental para la comprensión de los hechos y aspectos que integran la historia y cultura nacional. Acaso constituye una parábola sobre la apertura al universo de la nación y cultura cubanas.
Referencias y notas
1Troya y Quesada, Silvestre de Balboa. Espejo de paciencia. El príncipe jardinero o fingido cloridano. Santiago Pita. La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1975. (Canto segundo), p.98.
2 Ob. Cit., p. 98.
3 Ob. Cit., p. 99
4 Ídem.
5 Ídem.
6 Ob. Cit., pp. 99 – 100.
7 Saínz, Enrique. Silvestre de balboa y la literatura cubana. La Habana, Editorial Letras cubanas, 1982. P. 111.
8 Ob. cit. P.119.
9 Vitier Bolaños, Cintio: “Prólogo” en Silvestre de Balboa, Espejo de Paciencia, (Edición facsímil y crítica a cargo de Cintio Vitier), La Habana, Publicación de la Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, 1962: p. 22. |